Esclerosis Múltiple y actividad física, ¿Qué puedo hacer?

A la hora de aconsejar la práctica de actividad física (AF) a personas con esclerosis múltiple (EM), lo primero que los profesionales tienen en cuenta es tanto el objetivo como la finalidad de esta estrategia. El objetivo fundamental es que la persona adquiera la práctica de AF como un hábito, es decir, que su estilo de vida sea activo. Mediante este logro se podrá alcanzar la finalidad a perseguir: lograr un estado y condición física que le permita, en la medida de lo posible, realizar las actividades de su vida diaria de manera independiente, lo que repercutirá muy positivamente en la calidad de vida. Hay elementos que dificultan o facilitan la realización de AF por parte de personas con EM: Con estos criterios en mente, caminar surge como la opción principal. Es una actividad de bajo coste, se puede realizar sin necesidad de supervisión y en un entorno cercano y además tiene un importante efecto “socializador”, en el sentido en que su práctica puede ser grupal (idealmente junto a otras personas con EM, familiares o amigos), lo que facilitará la adherencia a la misma y la adquisición de un estilo de vida activo. Hoy en día la cultura deportiva ha avanzado, por lo que la persona con EM posiblemente será consciente de que caminar debe realizarse con un calzado adecuado (deportivo, flexible, con amortiguación y que transpire) y ropa apropiada (ligera y que permita transpiración). Sin embargo, los aspectos que determinan la cantidad y la calidad de este tipo de ejercicio (lo que se conoce como carga de entrenamiento), son más difíciles de determinar, es más, deberían ser prescritos de manera individualizada. De todos modos, se pueden establecer unas consideraciones generales, que pueden constituir un punto de referencia a la hora comenzar a caminar de manera regular:

  • Caminar en terreno llano.
  • Aprovechar los momentos del día en que el frío o el calor no sean excesivos y la persona se encuentre mejor.
  • La duración e intensidad será la que permita estar caminando de manera continua mientras se pueda mantener una conversación.

En función de cada persona, su situación y los hábitos deportivos previos, el tiempo y la frecuencia de la caminata podrán variar. Se puede comenzar caminando desde 5 minutos al día, hasta realizar una actividad más prolongada de una hora diaria.

La duración, la frecuencia y la intensidad de la caminata nunca deben ser “agresivas”, sino que deben conciliarse con las posibilidades que la persona con EM presenta en ese momento. Este será el modo de lograr con el tiempo un nivel de condición física que se traduzca en una mejor calidad de vida, finalidad de toda estrategia rehabilitadora.

 

Carlos Ayán Pérez. Doctor en CC. De la Actividad Física y el deporte.