Un brote en Esclerosis Múltiple (EM) se define como la aparición de nuevos síntomas o la exacerbación de los ya existentes. Es importante puntualizar que, para que se pueda considerar como un brote, este episodio debe perdurar más de 24 horas en el tiempo y no estar relacionado con ningún proceso infeccioso.
Valoración por un equipo multidisciplinar
Los brotes pueden provocar una afectación muy variable, pudiendo ser desde muy leves hasta lo suficientemente severos como para interferir en las actividades de la vida diaria de la persona con EM. No hay dos brotes que sean iguales. Por ejemplo, un brote puede cursar como una neuritis óptica (afectando a la visión) y otro, con alteraciones del equilibrio o con aumento severo de la fatiga.
Algunos brotes pueden provocar solo un síntoma aislado. Sin embargo, si la inflamación se produce en varias zonas del sistema nervioso central (SNC), puede aparecer más de un síntoma al mismo tiempo. Es por esto, que el abordaje tras un brote debe ser totalmente individualizado y lo primero que deben hacer los terapeutas es una valoración exhaustiva de la nueva situación de la persona. Esta valoración debe ser llevada a cabo por un equipo multidisciplinar con el objetivo de detectar nuevos síntomas con la mayor rapidez posible. No solamente se va a evaluar la intensidad de los síntomas ya conocidos, sino que será fundamental la detección precoz de nuevos síntomas, para poder acudir a un profesional especializado, si es necesario.
Elaboración de un programa de rehabilitación individualizado
Una vez realizada dicha valoración e identificados los déficits y las capacidades actuales, será fundamental elaborar un programa de rehabilitación individualizado y actualizado. En ocasiones este programa de rehabilitación no se diferenciará mucho de lo que la persona estaba realizando antes de sufrir el brote. Sin embargo, en otras ocasiones habrá que ajustar la intensidad de la terapia, modificar los objetivos o recomendar la intervención de nuevos profesionales (fisioterapeutas del suelo pélvico, logopedas, etc.).
El objetivo del programa de rehabilitación será restaurar o mantener las funciones básicas para la vida diaria. Un abordaje precoz y bien dirigido puede ser fundamental para ayudar a las personas con EM a volver a su nivel de autonomía anterior al brote.
Sabemos que los brotes pueden ir dejando secuelas que se acumulen en el tiempo, llegando a crear déficits. Por ello, es importante detectar de manera precoz estos déficits desde el primer momento en que aparecen.
En primer lugar, cuanto menor sea el problema más fácil será solucionarlo. Y, en segundo lugar, es fundamental ajustar constantemente las ayudas técnicas de manera que sean las adecuadas para cada persona y cada situación. Es por esto, que es tan importante realizar una buena valoración tras los brotes, en la que no solo se tiene en cuenta el nivel funcional de la persona con EM, sino también sus hábitos, su estilo de vida, sus aficiones, etc.
Tras un brote, el equipo multidisciplinar (especialmente fisioterapeuta y terapeuta ocupacional) será el encargado de asesorar y evaluar sobre la necesidad de utilizar una ayuda técnica o modificarla, si así fuera el caso. En muchas ocasiones lo ideal será el uso de diferentes ayudas técnicas en función de la actividad que la persona vaya a realizar. Por ejemplo, un bastón para moverse por la ciudad, una scooter para ir a un centro comercial o unos bastones de marcha nórdica (“nordic walk”) para caminar por el campo, son ayudas que una misma persona puede utilizar sin necesidad de que unos sean excluyentes de otros.
Vuelta a la actividad física
Además de la importancia de la rehabilitación y de la necesidad de actuar de manera precoz tras un brote, en los últimos años, numerosos estudios muestran los beneficios de una actividad física controlada en los individuos con EM. Tras un brote no debe ser diferente, el fisioterapeuta, el neurólogo y los demás profesionales, serán los encargados de asesorar a la persona sobre esta vuelta a la actividad física, informando sobre el momento y la intensidad de la misma. En muchas ocasiones no habrá que modificar esta actividad, tan solo será necesario una vuelta paulatina y controlada. Sin embargo, en otras ocasiones, será necesario ajustar la intensidad, adaptar esta actividad o incluso cambiarla por otra más beneficiosa en función de la nueva situación y los nuevos síntomas. En ocasiones en las que la fatiga sea un síntoma limitante, será conveniente evitar deportes o actividades en entornos con temperaturas altas como, por ejemplo, la natación en piscinas cubiertas. De la misma manera, si tras la valoración se detecta alguna alteración a nivel del suelo pélvico, será el fisioterapeuta especializado, quien podrá recomendarnos unas actividades deportivas u otras.
Todos estos ejemplos nos hablan de nuevo de la importancia de una valoración exhaustiva tras la aparición de un brote, siendo clave tanto para elaborar un programa individual de rehabilitación como para definir la vuelta a la actividad física. La meta de los terapeutas que trabajan con EM debe ser restaurar al máximo las capacidades de la persona y conseguir la mejor calidad de vida posible.
Referencias:
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Mª Esperanza Rubio. Fisioterapeuta